Recent Posts

martes, 16 de octubre de 2012

Cuento de una princesa


En algún lugar de la eternidad nació esta historia que podría parecer tan ordinaria pero había algo que la hacía tan especial, tal vez era la magia de sus personajes, su calidez, sus esperanzas de creer en el amor, sus ganas de sentirse plenos, o fue la manera, la situación en que se dio el amor entre ellos.

Los personajes: Una princesa y un escritor. Ella fue agraciada con el don de la belleza, de una sonrisa que enamora, que transmite una ola de sentimientos capaz de hacer vibrar el alma. Él sólo podía convertir los sentimientos en letras.

Nadie realmente sabe como o cuando se dio la primera mirada, la primera palabra, pero el destino hizo que se conocieran cuando más se necesitaban el uno para el otro.

Ella era increíblemente hermosa, famosa en toda la comarca por su belleza. Conociendo bien cuanto la querían los jóvenes del reino rechazaba a todos sus pretendientes. Era muy tímida, nerviosa e insegura cuando se trataba del amor, desconfiaba de el, le temía a este hermoso sentimiento. Sin embargo, igual soñaba con la llegada de su príncipe azul.

Una mañana sus caminos se cruzaron. El escritor no podía creer lo que estaba viendo. Era la princesa más hermosa que había visto. Su sonrisa fresca como el rocío de la mañana iluminó su rostro, y al voltear hacia él le encandiló el alma, la atrapó para siempre en sus pupilas. No fue su andar, ni su perfecta figura, ni su preciosa cabellera la que cautivó su corazón. No fue su interior belleza, pues sólo la conoció en un instante, que duró un suspiro, fue su sonrisa cristalina y pura que resonó en su interior y puso a vibrar las cuerdas de su alma.

El escritor se le acercó y pronunció las siguientes palabras:

-Buenos días, princesa. Quiero decirle que desde este momento va a estar usted cada instante en mis pensamientos, por las noches en mis sueños, voy a tener alegres despertares, sentiré sus caricias, sus besos, activarán mis sentidos, logrando arrancar suspiros de placer. Despertaré con el ansia de verla, de decirle que la quiero.

Y la princesa respondió:

-Sí, claro.

-¡Escapemos juntos princesa! dijo el escritor- Le escribiré los más hermosos versos cada mañana.

.Sí, sí, sí. Respondió la princesa con sarcasmo.

-Mi padre viene a buscarme, he de irme. Hasta luego- Finalizó la princesa.

Cómo amó aquel ángel convertido en niña, cómo explotó de emoción al celebrar sus gracias, cómo sufría al verla volar con sus propias alas y cómo moría al despedirse sin palabras. La amaba. La sentía en sus pensamientos, en su alegría y en su sufrimiento.

Pasaron los días y el escritor no recibía noticia alguna de sus amada princesa. Perdía las esperanzas. Al recordarla y no tenerla se sentía solo, se sentía nada. Era como una sombra sin dueño, como un campo sin semilla, como el aire sin la brisa, como el fuego sin calor.

Pero, un día recibió una grata sorpresa. La princesa le envió un mensaje. Ahora podía contemplarla nuevamente, el manantial cobraba vida, se perfuman las tristezas y se volvían alegría. Corría por su cuerpo un río de sentimientos alados y subían hasta el cielo mismo tornándose un ser dotado. ¡Era de nuevo un ser humano! con alegrías, ensueños y pensamientos dorados.

El escritor fue en su búsqueda y a escondidas sacó a la princesa de su palacio sin que su padre, el rey, se diera cuenta ya que protegía con recelo a su pequeña de cualquiera que intentara algo con ella. Pero, era un rey bondadoso, sólo temía perder a su adorada hija, a que su amor fuera compartido.

Una vez que se encontraron a solas el escritor le confesó su amor a la princesa. Tardó en hacerlo y ella se mostró temerosa y nerviosa. Parecía que todo el esfuerzo había sido en vano. Sin embargo, la princesa estaba tan apetecible, tan hermosa, y el escritor tan enamorado que le robó el mejor beso de toda la historia. Se perdieron en un romántico abrazo.

Hoy siguen juntos. El escritor no se ha separado de ella un minuto, no se separará de ella jamás. Porque a través de sus rostro encontrará siempre el camino hacia su corazón.